Román y Palermo, hermanos dentro de la cancha, fueron piezas vitales de la década dorada.
Dimensionar, a esta altura de sus carreras, la importancia futbolística de Riquelme y Palermo puede sonar a burla. Pese a que fuera de la cancha asumen diferencias, en el vérde césped demostraron su grandeza y afinidad. Héroes exquisitos de la década dorada (1998-2008), Román y Martín lograron tener nombre propio.
Apenas un año los separó en el arribo a Boca. Riquelme, en el 96. Palermo, en el 97. Luego del tormentoso ciclo del Bambino Veira, la llegada de Bianchi los catapultó al estrellato. Junto a Guillermo Barros Schelotto, conformaron un triángulo letal que se llevó de taquito el Apertura 98 y el Clausura 99. En el 2000, arrasaron con la triple corona. Palermo se recibió de ídolo con los dos goles al Real Madrid, en la Copa Intercontinental. Riquelme obtuvo el diploma de honor por su derroche de talento. Luego, el paso por Europa los separó durante seis años. El reencuentro fue a comienzos de 2007, cuando Román regresó por cinco meses (Palermo ya había vuelto a mediados de 2004) y en un nivel impresionante se transformó en pieza vital para conquistar otra Copa Libertadores. En el segundo semestre de aquel año se distanciaron otra vez (el 10 estuvo sin jugar por el conflicto con Manuel Pellegrini en el Villarreal) y se unieron de nuevo a principios de 2008. El último trofeo fue el Apertura, de hace dos años. ¿Habrá tiempo para otro?
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