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Makita9H

viernes, 19 de noviembre de 2010

Martin - Roman

No serán amigos afuera, pero adentro son los líderes. Palermo armó una charla con el grupo y, con Román, bajaron línea: hubo críticas duras y pedido de compromiso.

No son hermanos. No existe ningún lazo de sangre. Ni siquiera son amigos y la afinidad fuera del ámbito que comparten diariamente es casi nula. Sin embargo, Martín Palermo y Juan Román Riquelme están unidos por algo indiscutible: el fuerte liderazgo que ejercen dentro del plantel de Boca. Tantas veces enfrentados, tantas veces distanciados, una tarde se juntaron, sin querer, para ser las voces de la autocrítica que hubo en las cuatro paredes del vestuario de Casa Amarilla. Repartieron críticas, reclamos y consejos a ese grupo de jugadores que los identifica claramente como referentes. Un día, no casualmente 24 horas después de la renuncia del Bichi, tiraron sobre la mesa la chapa de la historia que ambos supieron escribir en el club y apuntaron a corregir cosas que ven mal pensando en lo que se viene. “Es hora de que todos nos pongamos las pilas”, fue, palabras más, palabras menos, el mensaje que bajaron hacia el resto.

Una vez que Pompei y su cuerpo técnico se presentaron delante del plantel, el 9 les pidió a Tito y Cía. si podían dejarlos un rato solos. Ahí, rodeado solamente de sus compañeros, el delantero arrancó con su discurso. Preocupado por el momento que vive Boca (“Creo que es el peor que me tocó vivir, como cuando se fue Brindisi”, dijo públicamente), habló de la urgencia por revertir esta situación que ya lleva dos años sin títulos y con numerosas crisis. Si bien en la conferencia de prensa aseguró que a los técnicos no se los come el plantel sino los resultados, en la intimidad recordó que ya pasaron Ischia, Basile, Alves y Borghi, y no hubo un solo gesto de rebeldía anímica como para evitar esas salidas.

Al rato, el que tomó la palabra fue Román, el otro peso pesado. Después de contar que la prensa “ya está diciendo que Martín y yo estamos peleados”, apuntó a algunas actitudes de ciertos compañeros que no deberían repetirse a futuro para lograr una mejor convivencia. Los cuestionamientos apuntaron a los que ponen mala cara las decisiones técnicas. No hace falta adivinar que se refirió a Giménez, Lucchetti, Viatri y Mouche, quienes, en distintos momentos del ciclo del Bichi, no ocultaron su malhumor al salir del equipo.

Los pibes tampoco se salvaron. Ven, en varios, cierta falta de compromiso. “No puede ser que ustedes viven acá nomás y llegan a las prácticas dos minutos antes”, fue el reto para dos jóvenes. La idea, claro, es transmitir un poco esa mística que los mantiene vigentes. Palermo no podría estar jugando a los 37 años, con un físico pesado y tocado por varias lesiones graves, si no fuera por la clase de profesional que es, por ejemplo. O Riquelme, tantas veces criticado por faltar a algún entrenamiento, no iría a Bahía Blanca a acompañar al plantel estando lesionado si no estuviera comprometido con el proyecto. El propio Borghi los elogió en su momento: “Son los primeros en llegar a las prácticas y los últimos en irse”.

Lo de Palermo pareció un llamado de atención, como lo fueron sus declaraciones en la previa del superclásico. Cuando renovó con Boca se imaginaba, a esta altura, peleando el título o al menos luchando por entrar a la Libertadores 2011. La mala campaña fue un golpe que lo llevó a tirar dardos incluso para la CD. Y como admitió ayer, son los futbolistas los que pierden prestigio.

Si bien la relación entre ellos sigue distante (apenas se saludan), la crisis los unió para refrescar la mística. Ahí, como en la cancha, son dos hermanos.

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