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jueves, 18 de febrero de 2010

Maartin el optimista de la vida


A Martín Palermo se lo conoce como el Loco, el Titán, el optimista del gol, San Palermo, el hombre récord, el hombre de la película, el Coleccionista de goles y de muchas otras maneras; pero sobre todo, Martín es conocido como el Gladiador…
Se dice que los victoriosos héroes son aquéllos que hacen de cada batalla una guerra; los que convierten sus triunfos en hazañas históricas; los que aparecen en los más hostiles campos de batalla para escribir un final que cualquier otro pensaría como imposible, un final triunfante.
Para estos héroes sólo existe el trabajo, la paciencia, la voluntad y la sed de victoria; ni la suerte ni las eventualidades existen es su vocabulario. En situaciones en las que otros sólo pueden divisar desesperanzados una derrota, ellos buscan dentro de él y gracias a su experiencia, sabiduría y sed de goles, clavan en las redes ajenas históricos goles. Esas personas, las cuales son más alma y corazón que pensamiento, son gladiadores. Llevan como armadura una casaca, y su espada es la pelota… mortal combinación.
Martín Palermo, gladiador de gladiadores, había debutado con la celestes y blanca el 3 de febrero de 1999 en un partido “amistoso” (los cuales no existen para los gladiadores como él, ya que una batalla nunca es amistosa) frente a Venezuela. Fue convocado también para jugar la Copa América 1999, la alegría en ese entonces de “el Loco Palermo” le cegaba ver una derrota que lo marcaría por siempre. En un partido contra Colombia, Martín tuvo la desgracia de haber errado uno, dos, tres penales. La había peleado por llegar a la Selección, había cumplido su gran sueño. Pero la vida le jugó una mala pasada y le convirtió el estadio en un infierno por noventa minutos. Salió con el corazón destrozado; pero como buen Gladiador, volvió siempre a los campos de batalla con la cabeza bien en alto.
El año pasado, 2009, la Selección se volvió a cruzar en la vida de Palermo, y él sabía que era su oportunidad para escribir un final distinto; un final triunfante. En su vida, la historia del fútbol no estaba completa; y la convocación por parte de la Selección era el llamado que el necesitaba para volver al combate con la celeste y blanca. Así, nuestro Gladiador dio el presente en la Selección de Maradona. Miedos, incertidumbre, dudas, rumores. El Titán estaba en el campo de batalla nuevamente, con la celeste y blanca una vez más. No muchos confiaban en sus habilidades, no todos sienten su magia. Pero nosotros, los bosteros, vivimos y sufrimos con Martín, sentimos cada latido de su corazón cuando está en el área esperando que pateen un tiro de esquina, o hasta escuchamos sus rezos más profundos cuando lo vimos preparándose para patear un penal.
Nos enseñó el significado de la frase “me caigo y me levanto”; hay que aceptarlo, le pasaron mil y un cosas, y sin embargo sigue en pie, victorioso, con los ojos llenos de gloria y una sed insaciable de goles.
Palermo entró a la cancha, con el equipo dirigido por Maradona y, ¿saben qué señores?... Palermo anotó, Palermo salvó a la Argentina. Tantos nombres pesados en la Selección, tantas figuras mundiales, tantos jugadores con premios a los mejores jugadores, y no podían encontrar el arco contrario.
Como muchas otras veces, cumplió con su promesa de ser goleador, un goleador que hace goles, la cual se hizo a si mismo mirando un arco en un potrero de La Plata; y alegró a un país entero, haciendo que un ensordecedor grito de gol se escuchara por todo y en cada rincón del país.
Porque nos hizo gritar más de doscientas veces con la celeste y blanca, con la azul y oro y con toda clase de camisetas. Porque es un artista en lo suyo. Usa como pincel su pierna izquierda, la pintura es su pelota, y pinta hermosos cuadros en las redes. Porque es leal, fiel y buen compañero; si alguno cae, sea quien sea, la mano de Palermo está extendida para darle una mano y ayudarlo a levantarse. Porque es un ejemplo, ya sea tanto como jugador como persona, aunque cueste, aunque haya fracasado, aunque ya no haya esperanzas; Martín se levanta y sigue ahí, mirando con amor la pelota con la que hizo goles de todos colores y formas. Porque nos hizo festejar con sus logros, porque nos emocionó con sus goles épicos, porque nos hizo llorar junto con él, porque es un Titán y el goleador más grande, el premio al mejor jugador debería estar entre las manos de Martín Palermo… el verdadero Gladiador.
Martín la gente de Boca te apoya, te alienta y te siente. Gritar tu nombre en la cancha, presenciar goles de otros mundos, derramar lágrimas en nombre tuyo, defenderte ante críticas de hinchas de otros clubes y llevar tu camiseta con orgullo son muchas de las cosas que pase lo que pase no va a cambiar. Te ganaste nuestro corazón y nuestro respeto hace mucho, y eso es para siempre, al igual que este eterno romance; Martín, formas parte de nuestra historia y pasión, y tu historia pasará de generación en generación.

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